La vida entre hilos
- Silj Arcon
- 6 jun 2018
- 6 Min. de lectura

Aprendiendo otras formas de conocer
Nereo Pérez Francisco proviene de una familia exiliada de San Miguel de Progreso, que tuvo que instalarse en Zapotitlán de Méndez, antigua zona cacique, donde vivió en condiciones de machismo, racismo y discriminación durante su crecimiento. Nereo recuerda que era muy común escuchar decir que “los indios son ignorantes puesto que nunca fueron a la escuela”.
A este recuerdo se suma el haber visto a las señoras del pueblo convivir en el centro, cuando algo despertó interés en él: la simetría de las prendas que éstas portaban y elaboraban, así como la perfección con la que estaban hechas. Pensó que tal vez la frase que afirmaba que los indios son ignorantes, no era cierta; que ellos tenían un conocimiento que se expresaba de otra manera.
Desde ese momento, en Nereo surgió un gran interés por conocer más sobre la técnica del tejido que dominaban estas señoras procedentes de Huitzilán de Serdán y San Miguel de Progreso. Recuerda que insistentemente le pidió a su mamá que aprendiera a tejer para que a su vez ella le enseñara, pero esto no ocurrió. Él no podía acercarse directamente a hacer semejante petición debido a que es mal visto entre las personas de su comunidad que un niño interrumpa a los adultos.
Nereo tenía un reto y, al mismo tiempo, una gran pasión que lo motivaron a observar. De este modo, Nereo relata que una ocasión mientras jugaba en las orillas del río encontró un cassette al cual sacó la cinta y empezó a manipularla con los dedos, al poco tiempo tenía algo parecido a lo que hacían las señoras del centro, luego tomó una vara y pasó ahí la cinta.
Al crecer, Nereo enfocó sus esfuerzos al conocimiento y aprendizaje de las técnicas del telar de cintura y hasta ese momento compró su primera bolsa de hilo. Durante meses, utilizó los días para realizar sus actividades cotidianas y cumplir con sus responsabilidades, mientras que en las noches replicaba las técnicas que a ratos observaba en artesanos de su comunidad. En ese tiempo, su abuela se acercaba para contarle cómo recordaba que lo hacía su madre, tatarabuela de Nereo.
Recuerda las peleas constantes con su papá a quien le molestaba que practicara el tejido. Nereo padeció el machismo desde su entorno más inmediato; sin embargo, esto no impidió que siguiera perseverando por alcanzar una meta que ya se había trazado.
Nereo recuerda la forma en que aprendió su segunda técnica, el mosqueado. Nuevamente preguntó a las señoras del pueblo, otra vez sin éxito. Se le ocurrió conseguir una prenda hecha con esa técnica, deshacerla y descubrir cómo era desde su interior. Lo hizo y afirma que así fue como aprendió, de nuevo tras mucha práctica, y siendo meticulosamente observador.
A lo largo de todas esas experiencias, Nereo ha tenido una inquietud que repercute directamente sobre su trabajo y gira en torno al significado que las personas le dan a las prendas que usan: siempre se ha preguntado qué representan los símbolos tejidos en la ropa, los cuidadosos entramados; considera que ese debe ser el lugar donde los artesanos de raigambre indígena plasman sus conocimientos, tradiciones y costumbres, su propia cosmovisión.
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El domingo 20 de mayo de 2018, asistí a la conferencia de Nereo Pérez Francisco, “Gasas antiguas y contemporáneas de la Sierra Nororiental del estado de Puebla”, en el Museo del Risco, en San Ángel, la cual tuvo lugar como parte de la quinta edición del Festival Internacional de Textiles.
Hace unos meses conocí a Nereo, en el Segundo Encuentro de Artesanos y Diseñadores, una iniciativa del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) que promueve la articulación de una alianza entre tradición artesanal y el diseño contemporáneo, para la creación de productos y piezas que representen una oportunidad de negocio para sus realizadores. Sin embargo, en esa ocasión no tuve oportunidad de saber más sobre él y la labor que está realizando para promover la práctica del telar de cintura.
Mi interés por aprender más sobre la técnica del tejido me llevó a participar en un taller de gasa que sería impartido por el propio Nereo. Al ver su nombre como maestro del taller, no lo dudé y me inscribí. Una mezcla de valor e inconciencia me invadió, puesto que después supe que la técnica de gasa es un tanto más difícil que la técnica del tafetán. Me inscribí al taller de Nereo sin siquiera haber terminado mis lizos del tafetán. Solo había montado mí urdimbre, es decir, estaba en un nivel muy básico.
Con lo anterior, me interesa reflexionar sobre las formas en que conocemos o cómo solemos aprender. Algunas veces se nos obliga. Vas a la escuela y te enseñan solo temas enmarcados de acuerdo a un plan de estudios definido por una serie de entes que ahora no es importante mencionar; en otras ocasiones, aprendes porque es el conocimiento que está “a la mano”, está a tu alrededor, pero me surge la pregunta ¿qué pasa con aquello que no está a la mano, que podría parecer inasible o que incluso “no deberías aprender”, y sin embargo te llama mucho la atención?
Actualmente hay teorías que consideran que no todas las personas aprenden de la misma forma, que el aprendizaje debe ser visto como un proyecto de vida, como algo constante y permanente. Desde esta perspectiva podría decir que cada persona es responsable de su aprendizaje.
En ese sentido, identifiqué en la conferencia de Nereo, algo relacionado con la responsabilidad de aprender. Considero que él supo identificar aquello que quería hacer, que le motivaba, y buscó la forma de aprenderlo y de perfeccionarlo. Un sinfín de cosas pasaron en su vida tras tomar esa decisión. A continuación recupero algunas de las vivencias que nos compartió.
Cosmovisión
Uno de los momentos más significativos fue cuando Nereo Pérez nos compartió cuál es la cosmovisión de los artesanos en torno a la práctica del telar de cintura. Nos relató que se pone maíz al lado del telar para que éste no se enoje, debido a que a las antiguas tejedoras se les antoja tejer y regresan de la muerte convertidas en mariposas o moscas, suelen colocarse sobre el telar y con ello lo descomponen. Eso sucede porque provienen de tierra fría con energía que resulta perjudicial para el telar, si les colocas el maíz se distraerán con él y no se pararán en la urdimbre.
También nos contó que para las nahuas y totonacas, la prenda es un elemento muy importante, es como una segunda piel. Al quitársela la colocan cuidadosamente sobre la rama de un árbol. Nunca en el suelo, de hacerlo sería como poner su propio cuerpo en el piso, lugar donde se descompondría. Al igual que el telar completo, las diferentes partes de éeste tienen una relevancia simbólica dentro de la cosmovisión de la comunidad de Nereo. Por ejemplo, los hilos que van sobrando de cada telar; éstos no pueden desecharse donde sea, deberán enterrarse en sitios cercanos a la casa, pues cuando la persona muere, los hilos que pasaron por sus manos serán pedidos para poder descansar, al contrario, sin ellos se quedaría en un limbo sin el prometido descanso eterno.
Otro ejemplo de esta cosmovisión es cuando al morir le preguntan a las personas ” ¿Hiciste algo lindo con tus manos cuando estabas vivo?” La persona puede responder que “Con flores secas elaboré mi propia ropa”. Se le preguntará qué más realizó, a lo que lo que podrá contestar que elaboró su propio quexquémitl con el que se casó, y que garantizó el legado y herencia de su familia.
Con el paso de los años, Nereo ha ganado diversos reconocimientos por las prendas que realiza. Tras 19 años de aprendizaje, conoce entre 13 y 14 diferentes técnicas de tejido; se aprecia como una persona orgullosa de todo lo aprendido. Afirma que encontró el rechazo de la gente a su alrededor por aprender sobre el telar de cintura y que lo que sabe no se lo debe a nadie, bueno a casi nadie. Una sola persona transmitió conocimientos del telar a Nereo; una señora que sabía sobre la técnica de cuadros combinado con salín, una técnica que está a punto de desaparecer. Esta señora, Doña Concha, se mostró muy entusiasmada al reconocer el interés de Nereo por aprender, quien la cita con un esbozo de nostalgia: “Yo vivo en los telares que tú haces por medio de la técnica que te enseño y que tú aprendes a hacer”.
El momento más emocionante de la conferencia fue cuando Nereo invitó al frente a su esposa. Ella llevaba puesto un vestido que el propio Nereo hizo para la boda de ambos; según nos relató, tardó seis meses en elaborarlo. En el vestido estaban plasmadas todas las técnicas que conoce por lo que nos enamoró con semejante pieza y, para nuestra sorpresa, había más. A continuación mostró un rebozo en el que lleva aproximadamente tres meses de trabajo y en el cual Nereo está materializando aquello que creía solo como una posibilidad: la oportunidad de contar la historia de su comunidad a través de la misma urdimbre. Sin duda se trata de un trabajo artístico.
Personas como Nereo, con su carisma y dedicación, dan ejemplo de que cuando le dedicas tiempo a hacer o que te gusta, pese a cualquier adversidad, habrá una recompensa. Además de ser considerado por mí y algunos de sus conocidos como un maestro y amigo, también es apreciado como inspiración debido a su dedicación y amor por su trabajo.
Les invito a que lo conozcan, a que aprendan del telar, a que aprendamos a leer lo que nos dice en sus prendas, a comunicarnos con él y con nuestro entorno más inmediato. El reto queda en lo individual y cada uno de nosotros tiene algo que decir, solo queda saber: ¿cómo vamos a expresarlo practicando lo que más nos gusta?
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